Pocas veces se tiene la oportunidad de hacer un trabajo en uno de los lugares que más fotografías y rodajes han soportado en los últimos años.
Un sitio fantástico y la pareja más simpática y dispuesta que puedas encontrar forman un tándem perfecto.
No había demasiado tiempo. El sol en abril no dura mucho más de las seis y la temperatura del agua tampoco era la de pleno verano. Así que cámara, flash y reflector en mano, nos fuimos adentrando en la situación.
Y nos fuimos creciendo a medida que se iban mojando los trajes. Mejor dicho, se fueron creciendo. Casi sin decir nada, los novios fueron haciendo suyo el sentido de la frase: «disfrutad»
Yo creo que disfrutaron mucho, pero no sé quien lo pasó mejor, si ellos o yo. Yo estuve encantado de hacer este reportaje. Por esto (y por muchas otras cosas) mereció mucho la visita a la isla.